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Über dieses E-Book

La aburrida vida de Natalie comienza a cambiar cuando Gretchen, una nueva vecina, se instala en su edificio, y casi simultáneamente conoce a Davy en las redes sociales. La tímida muchacha ya no está sola, pero además se abre a un mundo de sensaciones impulsada por la atrevida Gretchen. Juntas, saborearán los detalles de los singulares encuentros con Davy. Sin embargo, Natalie está a punto de descubrir del modo más inesperado que su amiga y su novio tienen en común mucho más de lo que ella cree.
SpracheDeutsch
HerausgeberMB Cooltura
Erscheinungsdatum28. Juli 2016
ISBN9789877441444
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    Buchvorschau

    Déjame entrar - Raoul Jordan

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    Nueva inquilina en el segundo D

    Difícilmente pueda decirse que la ciudad de Detroit –enclavada en el ángulo Noroeste de Estados Unidos– sea un lugar muy adecuado para melancólicos cuando llega el invierno. Ni siquiera las nevadas de noviembre tienen un caudal lo suficientemente importante como para ser objeto de conversación entre los vecinos. Hasta el aire que llega desde los grandes lagos sopla con la misma intensidad durante casi todo el año. Las fábricas automotrices prácticamente han cerrado sus puertas ante el avance de los vehículos made in Japan, y muchos pobladores optaron hace años por buscar mejores oportunidades en otros estados. Los que decidieron quedarse prefieren refugiarse en sus casas de arquitectura art decó en los barrios de Sherwood Forest, Green Acres o Palmer Woods, o bien suelen reunirse en el Parque Lafayette, o hacer sus compras en el Mercado Oriental si es una semana de grandes ofertas. El mayor movimiento de gente se registra desde hace tiempo en dos lugares mayoritariamente. Uno es el Henry Ford Hospital, donde a cada minuto entran y salen ambulancias ululantes. Allí, largas filas de personas sin recursos ni amparo social esperan su turno ante el menor síntoma de lo que sea. Hipocondríacos aburridos. El otro espacio es el Colegio Marygrove. Quien más quien menos todos han pasado por sus aulas. Y de allí a la Universidad Estatal Wayne, claro. Un derrotero archiconocido. Detroit es una ciudad sin sorpresas. Pero si tienes menos de 40 años y has vivido tu adolescencia en aquel sitio, no puedes olvidar que grandes íconos del rock han salido de sus calles. Personajes como Madonna, Eminem, Alice Cooper, y por supuesto... allí está aún el sello discográfico Motown –una verdadera reliquia intacta– desde donde surgieron los más importantes de la música soul, en los gloriosos sesenta. Es verdad, Natalie Winwood no tiene cuarenta. Ni siquiera está muy cercana la fecha de su cumpleaños número 26, pero sus padres le han legado un gran amor por la buena música y una voluminosa colección de vinilos, con incunables y verdaderas joyas de otra época. Ella no suele escucharlos a menudo. Prefiere su playlist en línea. Pero sabe que tienen un valor considerable en el mercado, y aunque jamás se desprendería de ellos la tranquiliza el hecho de saber que cuenta con un pequeño capital ante cualquier dificultad financiera. Natalie es lo que en la jerga se conoce como nerd o freak, como le gritaban a diario sus compañeras de high school. Una chica rara, por decirlo de algún modo. Si por rara se entiende su apego por coleccionar insectos, un estilo al vestir un tanto victoriano y cierto gusto por el cine europeo, en especial por la filmografía de Ingmar Bergman. Esto aparte de pasar horas y horas escudriñando su computara personal y todos los rincones de las redes sociales. Desde que su madre murió, cuando ella tenía apenas 15 años, han sido muy pocas las oportunidades de generar una verdadera amistad con alguien de su mismo sexo. Del sexo contrario ni hablar. Y esto último tal vez deba achacársele al hecho de que Stuart, su padre, se mudó a Los Ángeles en busca de mejores oportunidades. En verdad dicen que se fue detrás de un nuevo par de piernas. Natalie lo sintió como una traición a su madre y a ella misma. Hasta un psicólogo no demasiado listo podría darse cuenta de ello. Cualquiera de los tipos que salen a correr cada mañana por la ribera del Lago Saint Clair pasaría por al lado de Natalie sin reparar en ella. Anteojos de armazón grueso, pollera larga, blusa cerrada hasta el cuello. Una imagen como salida de la serie La casa de la pradera. Y sin embargo, Natalie esconde debajo de su tonelada de timidez un cuerpo atractivo y fibroso. Toma dos baños por día, como le enseñó su madre. Tiene hábitos alimenticios

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